¿Qué es esta Página Web?

La trilogía del historiador Eric Hobsbawm sobre el siglo XIX «largo» abarca el periodo comprendido entre los años 1789 y 1914 y se estructura en una Era de la Revolución (1789-1848), una Era del Capital (1848-1875) y una Era del Imperio (desde 1875 hasta la Primera Guerra Mundial).  Creemos que estas divisiones son, además de impecables desde un punto de vista teórico e histórico, indudablemente útiles para la práctica docente, por lo que hemos decidido agrupar nuestros materiales en torno a los rótulos Revolución, Capital e Imperio. La selección de estos materiales ha ido configurándose a medida que leíamos las tres Eras, de manera que podríamos decir que el texto de Hobsbawm se ha convertido en nuestro libro de texto y que nos ha regalado un hilo conductor para la confección de estas herramientas didácticas. 

Dentro de cada una de las mentadas secciones incluimos una selección de textos del propio Hobsbawm acerca de cada periodo, una parte específicamente historiográfica (dirigida tanto a los docentes como los discentes de la materia de Historia del Mundo Contemporáneo que incluye a su vez textos, mapas y gráficos), una sección análoga a la anterior para la materia Filosofía y Ciudadanía, además de una selección de fragmentos de obras literarias y materiales audiovisuales agrupados bajo el rótulo «Leer, Ver y Oír». Pulsa en los siguientes enlaces para acceder a los materiales referidos a cada uno de los tres periodos:

 

Revolución

Revolución

Capital

Capital

Imperio

Imperio

 

 

 

 

 

 

 

 

 

(Y si quieres saber más sobre quiénes hemos hecho esta página web y por qué, pulsa AQUÍ).

4 responses

11 11 2008
Turko

Que filosofía e historia son disciplinas hermanadas resulta casi obvio si atendemos al enorme detalle de que ambas tienen como objeto primordial de sus preocupaciones al hombre. Pero ello no significa necesariamente que sea una fraternidad bien avenida, de tal manera que, como en cualquier familia, se producen a veces malentendidos y hasta riñas. En nuestra misma España, José Ortega y Gasset solía decir en sus conferencias públicas que el filósofo tiene algo de profeta tanto del pasado como del futuro, puesto que es capaz de ver venir los acontecimientos por el sesgo que ofrece la comprensión global de una situación histórica determinada. Sin embargo, se las prometía muy felices para Europa antes del advenimiento de la segunda guerra mundial. Después, pasó a sostener algo semejante a que el continuo progreso de la humanidad era una hipótesis altamente verosímil, pero en la que no se podía confiar como en una póliza de seguros que nos protegiera a todo riesgo. En el ínterin, mantuvo siempre que el trabajo de eruditos, historiadores y filólogos no era más que el paso previo, pesado pero necesario, para la interpretación de los tiempos que sólo puede ofrecer en su alada integridad el filósofo. Y el filósofo era, sobre todo, él mismo, naturalmente, dentro y fuera de nuestras tierras.
Luís Martín Santos hace una divertida burla de estas gestualidades intelectuales orteguianas, por así llamarlas, cuando, en «Tiempo de Silencio», le hacer cruzar una calle en dirección a un teatro y, a punto de ser arrollado por un coche, el escritor nos dice que el filósofo profirió indignado al vehículo un juicio histórico. Tampoco Miguel de Unamuno acostumbraba a estar muy acertado en sus previsiones históricas, pero al menos manifestaba más claramente su arrepentimiento cuando equivocaba sus lealtades políticas. Y, en el terreno teórico, proporcionó un concepto nuevo, el de “intrahistoria”, que, de modo parecido a Ortega, arrebataba a los historiadores el protagonismo de la intelección del sentido profundo de la vida colectiva en favor del filósofo. Los grandes autores de la filosofía podrían multiplicarse y la conclusión para nosotros sería la misma: la tarea del historiador no puede aceptar la intromisión doctrinal de la filosofía más que como intuición feliz y oportuna, y, por su parte, el trabajo del filósofo debe consistir en filtrar lo que de ideológico todavía empañe el estudio de la historia. Únicamente de este concreto modo ambos vástagos de las humanidades convivirán si no armónica e idílicamente, al menos en disputada pero provechosa colaboración. Supongo que esta es una reflexión filosófica inspirada en la propia historia, pero tal vez sea al revés.

6 04 2009
Video de Hobsbawm « La Era de Hobsbawm

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29 09 2009
A. G. P.

Siento disentir en algo esencial que parece premisa en el extenso escrito de Turko. La filosofía no es una de las llamadas humanidades, al menos no sólo, y desde cierta perspectiva no tiene desde luego como objeto esencial al ser humano a no ser en una muy vaga y retórica manera. Es precisamente esa postura comunísima hasta confundirse con clásica y superficial la que confunde algunas reflexiones más bien poco fundamentadas con la filosofía en un sentido sustantivo. Quzá, mi buen historiador, yo sería tan poco riguroso como tú si confundiera la biografía novelada con la historia.

9 02 2011
Patricia

Estimados:
Les escribo desde Buenos Aires, Argentina. Estudié Antropología en la Facultad e Filosofía y Letras de la U.B.A.. He leído los tres libros de Hobsbawm. Su aporte a la historia es ineludible. Me gratifica saber que un grupo de personas rescara ese aporte y lo socializa en un sitio web como herramienta pedagógica.
Tengo un hijo de 16 años al que suelo ayudar en sus materias, en especial las sociales. Suelo recomendarle que lea a Hobsbawm, él mira los tres tomos y me dice: «No ma, eso es mucho. Mejor explicámelo vos». Bueno, ahora con este hallazgo mío de vuestro blog, no tendrá excusas. Agracedida, me despido de ustedes.
Patricia

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