Manifiesto abolicionista

Manifiesto abolicionista

GARRISON, W. LL., The Liberator, vol. 1, núm. 1, 1 de enero de 1831.

AL PÚBLICO

[ … ] Durante mi reciente recorrido realizado con el propósito de excitar la mentalidad del pueblo mediante una serie de discursos sobre el tema de la esclavitud, cada lugar que visité demostró plenamente que era necesario efectuar una revolución más profunda del sentimiento público en los estados libres –

y especialmente en Nueva Inglaterra – que en el sur. Hallé allí el desprecio más amargo, la más activa oposición, la malevolencia más incansable, los prejuicios más arraigados y una apatía más helada que entre los mismos propietarios de esclavos.  Desde luego, había también excepciones aisladas de 19 contrario. Este estado de cosas me produjo mucha aflicción pero no me descorazonó. En cualquier caso, me comprometí a levantar el estandarte de la emancipación a los ojos de la nación, a la vista de Bunker Hill en el lugar donde nació la libertad . Este estandarte está ahora desplegado y ondeará largamente, invencible a los daños del tiempo o a los envites de un desesperado enemigo; sí, ¡hasta que se hayan roto todas las cadenas, y sean libres todos los hombres atados! Que tiemblen los opresores sureños, que tiemblen sus secretos cómplices, que tiemblen todos los enemigos de los negros perseguidos. [ … ]

No me alinearé con la política partidista de nadie. Al defender la gran causa de los derechos humanos, deseo obtener la ayuda de todas las religiones y de todos los partidos.

Basándome en la «verdad evidente en sí misma», defendida en la Declaración de Independencia Americana, «de que todos los hombres han sido creados iguales, y su creador les ha concedido los mismos derechos, entre los cuales se hallan la vida, la libertad y la consecución de la  felicidad, lucharé sin descanso por la inmediata manumisión de nuestra población de esclavos. En la iglesia de Park-Street, el 4 de julio de 1829, en un discurso sobre la abolición, accedí sin reflexionar, a la popular pero perniciosa doctrina de la abolición

gradual . Aprovecho esta oportunidad para retractarme de manera plena e inequívoca y pedir así públicamente perdón a mi Dios, a mi nación, ya mis hermanos los pobres esclavos, por haber proferido unos sentimientos tan llenos de timidez, de injusticia y de absurdo. [ … ]

Me doy cuenta de que muchos se enfrentarán con la severidad de mi lenguaje. Pero ¿es que no hay razón para ser severos?

Seré tan duro como la verdad y tan intransigente como la justicia. Sobre este tema no quiero pensar, hablar o escribir con moderación. ¡No! ¡No! Decid a un hombre al cual se le está incendiando la casa que pida socorro moderadamente, decidle que rescate a su mujer de las manos de un raptor, moderadamente, decid a la madre que saque a sus hijos del fuego en el que han caído, gradualmente, pero no me pidáis moderación en una causa como la presente. Lo digo sinceramente, sin ambigüedad, sin excusas; no me retractaré ni lo más mínimo, y SERÉ OíDO. La apatía del pueblo es tal que las estatuas saltarán de sus pedestales y se acelerará la resurrección de los muertos.

Se pretende que estoy retrasando la causa de la emancipación por la dureza de mis invectivas, y la precipitación de mis medidas.

Esto no es verdad . Sobre este problema, mi influencia, por humilde que sea,  alcanza en estos momentos una gran extensión. Y en los años venideros se juzgará no de manera perniciosa sino beneficiosa, no como una maldición sino como una bendición, y la posteridad dará testimonio de mi verdad. Deseo dar gracias a Dios, que me ha permitido no tener en cuenta «el temor del que acabará por ser un engaño» y decir su verdad en toda su sencillez y poder.

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