La monarquía tradicional: La concepción del Estado según Federico II

BRUNSCHWTG, H., 1973, 21-22.

Los ciudadanos solamente han concedido la preeminencia a uno de ellos, en razón de los servicios que esperaban de éste. Dichos servicios consisten en mantener las leyes, hacer que se cumpla exactamente lajusticia, oponerse con todas sus fuerzas a la corrupción de las costumbres y defender el Estado contra sus enemigos … Los príncipes, los soberanos, los reyes no están revestidos de la suprema autoridad para hundirse impunemente en el lujo y el libertinaje. No están más altos que sus conciudadanos para que su orgullo, al pavonearse en la representación, insulte con desprecio la simplicidad de las costumbres, la pobreza, la miseria. No están a la cabeza de un Estado para mantener a su alrededor a un montón de vagos cuya ociosidad o inutilidad engendran todos los vicios…

El soberano está unido por vínculos indisolubles al cuerpo del Estado; por consiguiente, por repercusión, siente todos los males que sufren sus súbditos, y la sociedad sufre igualmente las desgracias que soporta su soberano. No hay más que un bien y éste es el bien del Estado en general. Si el príncipe pierde sus provincias, ya no puede como antes auxiliar a sus súbditos. Si la desgracia le ha obligado a endeudarse, los pobres súbditos son quienes tienen que pagar. En cambio, si la población es poco numerosa, si el pueblo está sumido en la miseria, el soberano está privado de recursos. Estas verdades son tan incontestables que no es necesario insistir sobre ellas.

Repito, pues, que el soberano representa al Estado, él y sus súbditos hacen un solo cuerpo, el cual solamente será feliz si la concordia les une. El príncipe es respecto a la sociedad que gobierna lo que la cabeza es al cuerpo: debe ver, pensar, actuar para toda la comunidad, para procurarle todas las ventajas que ésta puede poseer. Si se quiere que el gobierno monárquico domine sobre el republicano, la sentencia del soberano está ya, pronunciada: debe ser activo, íntegro y reunir todas sus fuerzas para poder cumplir la carrera que se le ha encomendado. Ésta es la idea que yo tengo de mis deberes. Éstos son, de manera general, los deberes que debe asumir un príncipe. Para que nunca se aparte de ellos, debe recordar que es un hombre, igual que su más humilde súbdito. Si es el primer juez, el primer general, el primer financiero, el primer ministro de la sociedad no es como representación, sino para cumplir con su deber. No es más que el primer servidor del Estado, obligado a actuar con honradez, sabiduría y prudencia, y con un absoluto desinterés personal, como si en cada momento hubiera de rendir cuentas de su administración a sus conciudadanos.

Un comentario

27 03 2009
Turko

En ese último «como» se cifra todo. Dado que no es así, el estado es él. Lo absoluto no es sólo el desinterés. Federico II fue el que le dijo a Voltaire que si alguna vez quisiese arruinar cualquier reino conquistado, bastaría con poner al frente un filósofo.

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